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“En un mundo donde el pesimismo se vuelve común, todavía hay personas que creen en sus metas”

domingo, 31 de enero de 2016

La incomprensión del artista: de la vulgaridad a la sublimación

No resulta fácil olvidarlo todo y empezar de nuevo,... No resulta fácil, cuando se ha querido, encontrar de nuevo lo que se ha perdido,… No resulta fácil despertar el alma cuando se ha dormido”. Dificultades que como bien nos transmite Jose Luis Perales (cantautor y compositor español) podríamos extrapolarlas a la vida profesional de los artistas.

Conflictos que podemos encontrar en la trayectoria de cualquier artista, sobre todo en el género musical. Estos momentos delicados, pero de obligado cumplimiento, se presentan en las etapas de desarrollo y pleno proceso de creación de todo artista. Un alto en el camino para reestructurar, ordenar, tomar conciencia y dar sentido para un nuevo avance en el mejor de los casos. Normalmente anteceden a una transformación interior, provocada por una lucha de creencias incongruentes, contradictorias o, por lo menos, inconexas que reestructuran “su mundo” y dan sentido a su realidad, un antesala para una nueva creación.

Estas situaciones se dan por ejemplo cuando observamos que un artista cambia de estilo o cuando vemos que su trayectoria pega un giro importante. Transformación que, en cierto modo, se manifiesta también en su físico. Esto suele suceder cuando consideran que su obra o proyecto cae en la VULGARIDAD. Los artistas no aceptan este término. Están hechos de otra pasta, son más sensibles a los cambios, en cierto modo son visionarios de un mundo mejor, profetas del porvenir. Los artistas, como buenos creadores que son, no pueden entender quedarse en esa famosa “zona de confort” donde todo sigue igual, necesitan salir continuamente de esa zona para producir arte, innovar, descubrir; ese “estar siempre hambriento”. De ahí que en ocasiones tengan destellos de locura como D. Quijote y crean ver castillos donde otros vemos molinos. Una locura-lucidez que justifica la genialidad del artista.



Son las creencias las que le sostienen, le impulsan y le dirigen y las que si no gestionan adecuadamente le llegan a paralizar. Recordemos que una creencia no es, sin más la idea que se piensa, sino aquella en que además se cree. En el peor de los casos este receso es un caro peaje para algunos pues les lleva a una incomprensión generalizada y a un desánimo temporal, que a veces se dilata y se estanca, a un viaje interior lleno de preguntas sin respuestas que dejan sin recursos al artista y por consiguiente le condenan a una parálisis de su obra.

Es por ello que escuchamos declaraciones de algunos cantantes de hoy en día que manifiestan haber pasado a una etapa más madura, donde por ejemplo la crítica social ya no les preocupa. Y es que no resulta fácil este punto de inflexión para ellos porque en sí la responsabilidad social es algo inherente a la vida de un artista, ya que en el fondo un artista canta sus canciones al viento para contribuir a un mundo mejor o transferir con su obra algo positivo para el mundo. No olvidemos que el arte es un elemento de cambio social. Considerando esto el artista se convierte en un educador social cuya misión es la de ayudarnos con su música, con sus cuadros, con sus poemas, o con sus interpretaciones a hacernos ver la mejor versión de la vida humana, a ayudarnos a sacar también nuestra mejor versión de nosotros mismos, a desnudarnos el alma y a educar constantemente sensibilidades porque ese es el fin de todo artista: devolver los valores que hacen un mundo mejor y que por alguna razón los hemos olvidado o perdido.

No temas pues, tú artista, a las incomprensiones y recíbelas como proceso de mejora pues forman parte de tu proceso creativo. “Incomprendidos”, así se les llama a los artistas afortunadamente. Woody Allen en su película “Midnight in París” nos habla de ello: 

La tarea del artista es no sucumbir al desespero sino buscar un antídoto para el vacío de la existencia”.

Película altamente recomendada para todos aquellos artistas emprendedores. En ella aparece Ernest Hemingway diciendo: “Ningún tema es horrible si la historia es veraz y si la prosa es limpia y honesta y si manifiesta valor y elegancia bajo presión”.


La VULGARIDAD es la acción o expresión que carece de novedad, originalidad o importancia. Es conveniente que el artista no olvide nunca su esencia (su singular creatividad) aunque también le pese su responsabilidad social, porque en el fondo todo artista tiene, con su obra, un fin como educador social. Lo mágico del artista es que una obra, aun cuando ya deje de existir, sirva para que sobrellevemos la vida más fácilmente, donde lo menos importante es el protagonismo del propio artista porque lo que perdurará en el tiempo es su obra. Tiempo que se hace infinito cuando otros artistas siguen la estela dejada por su obra e innovan nuevos estilos fieles a la esencia de origen como ocurre en versiones de clásicos musicales, donde un nuevo artista a pesar de copiar la partitura la hace diferente aportando su estilo más puro. Eso es innovar en la música apartando la vulgaridad de aquellos que solo reproducen una musicalidad una y otra vez. Esa es la salida a la vulnerabilidad del artista cuando la vulgaridad toca a su puerta. Es como aquel pintor que solo pinta lo que ve o aquel cantante que sólo canta lo que escucha, ambos sólo copian, no están creando. 

Como bien decía D. Jose Ortega y Gasset, filósofo español, “Lo característico del momento es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denudo de afirmar el derecho de la vulgaridad y lo impone donde quiera… Quien no sea como todo el mundo, quien no piense como todo el mundo, corre el riesgo de ser eliminado”.

Por eso quisiera cerrar estas líneas con una frase que, ésta sí, es de mi cosecha:

Artista No te preocupes por lo que no puedas cambiar (tu esencia) y cambia lo que verdaderamente te preocupa. (tu vulgaridad)”

Sigue creando de tu esencia, creyendo en ella, creciendo junto a ella, disfrutando de ella, logrando la SUBLIMACIÓN, esa fuerza catártica, ese júbilo abreactivo que te lleva a producir tu obra. La SUBLIMACIÓN es esa operación psíquica que involucra un conjunto de mecanismos que se interrelacionan entre sí y que son de distinto orden y tienen un peso y cualidad diferenciables. No hay duda que las grandes obras artísticas del hombre han sido gracias a la SUBLIMACIÓN, esa pulsión, que de una u otra forma motivan a un sujeto a enviar esa carga libidinal hacia otro lugar. Y así fue como cada uno de los artistas, véase Picasso, Dalí, Bach, Mozart, Schubert, etc.., intentaron llenar ese vacío carente de significantes por pinceladas o sonidos musicales. 

Ya lo dijo Sigmund Freud cuando habló de la SUBLIMACIÓN como una especie de volatilización, un cambio de estado de lo sólido a lo gaseoso sin pasar por lo líquido, y donde el arte fuese un proceso de desviación de la energía, o del conflicto o de la angustia sexual, para lanzarla a nuevas metas más ligadas a valores culturalmente aceptados.