Tema clave y necesario en la gestión de personal hoy en día. Al igual que saber
comunicar es un proceso que no se logra porque no se produce la famosa
“retro-alimentación”, en la motivación ocurre algo similar. Si no hay “ida y
vuelta” esto no funciona. Esa “ida y vuelta” no es más que comprobar que la motivación
ha sido positiva. No
creamos que por llegar a la meta se consigue el resultado. Sí, la medalla se
entrega, pero en el proceso de motivación importa más el valor que el atleta (o
empleado) le confiere. El verdadero valor no es el incentivo en
sí, sino el valor que produce en el empleado. De ahí que un incentivo mal dado pueda
provocar desmotivación. A veces nos quedamos en ese camino de ida presuponiendo
el valor y obviando evaluar el retorno que es quien nos revelará la clave del
proceso motivacional.
¿Por qué un ejecutivo de
cuentas puede no ser feliz aun liderando el récord de ventas?
¿Por qué un experimentado mozo
de almacén renuncia a un ascenso de categoría cuando le notifican su promoción?
En
esta línea la Programación Neurolingüística nos puede servir de gran ayuda.
Imaginémonos que nos encontramos en una comida de empresa, de esas que
acostumbramos a disfrutar en épocas navideñas. La típica comida donde las
empresas aprovechan la ocasión para entregar incentivos, regalos, premios y
reconocimientos a diversos empleados por su exitosa gestión. Habrá algunos que valoren más una palmadita en
la espalda cuando su jefe pasa por su lado (kinestésicos) que un incentivo
económico. Otros preferirán un buen reconocimiento público con entrega incluida
de diploma al más admirado (visual); o que durante la comida sus méritos se
vayan transfiriendo de boca en boca hasta llegar a oídos del jefe (auditivos). Otros disfrutarían
mostrando su medalla al mérito tan pronto puedan colgar la foto en su Facebook (visuales),
y a algunos les bastará con cerrar los ojos durante el segundo plato y sentir
que son parte de una empresa segura, seria, próspera y de la que se sienten orgullosíssimos
(kinestésicos). Son diferentes formas de entender la motivación y de gran valor para todos y cada uno de ellos.
No es el regalo en sí lo que importa, sino más bien, la elección del “papel de regalo” (la manera cómo se le entrega el incentivo al profesional o cómo éste mismo lo envuelve). Evidentemente puede no motivarle tanto a un empleado un incentivo económico, pero si ese cheque de 100 € viene precedido por una llamada o una conversación previa (auditivo), una presentación en escena junto al resto de compañeros con la correspondiente entrega del cheque (visual), una visita inesperada donde el superior, tras un abrazo o un estrechón de manos, le entrega personalmente el sobre aterciopelado debidamente perfumado con 100 €, eso llega y establece una conexión inquebrantable entre empresa-empleado-objetivo. Además dicho gesto puede suponer una enorme herramienta de cambio en el empleado al poder establecer dicho momento como “anclaje” para permitirle en un futuro delicado estar “arriba”.
Es por
todos conocido el gran abanico de incentivos o recompensas que ofrecen las
empresas y que van desde una simple palmadita en la espalda a subidas de salario,
seguros sanitarios, comidas, dietas, coche de empresa, elogios, ascensos, promociones, horarios
de trabajo adaptados, viajes, reconocimientos empresariales y demás factores de
los llamamos “extrínsecos”. Luego vienen los “intrínsecos” como la sensación de
placer que se obtiene de la propia tarea o la satisfacción plena en la
realización, que sale más económica a la empresa y genera mucho más valor. Pero
fíjense como cambia el cuento si en vez de interiorizar nosotros mismos esa
famosa frase nos la recuerda nuestro jefe cuando no tiene otra cosa que
ofrecernos: “la mejor recompensa es un
trabajo bien hecho”. De ahí la importancia de evaluar el retorno en la
motivación.
Si de
verdad quieren lograr una motivación llena de vitamina A, sin vicios, duradera e
inquebrantable evalúen pues a su personal y apunten al corazón mismo del
individuo, a su sistema representacional (Visual/auditivo/kinestésico). Prueben a conjugar esta variable, es posible que se encuentren con una "nueva actualización" que de origen a una mejor versión de sí mismo. Una
versión que se instalará y se transferirá por medio del entusiasmo al resto de
empleados, empresa, clientes, etc. Y es que sin lugar a duda, existe una
relación causa-efecto entre la percepción de las circunstancias laborales y el
mayor o menor compromiso de los empleados. Esta es la versión que permite vivir
feliz de lunes a domingo, porque una mente motivada no descansa ni entiende entre
días laborables y no laborables. Toda la semana es “aptíssima”. Lo digo por
aquellos que se dedican a difundir el tan motivador mensaje de “¡por fin es viernes!”.
Ya nos
lo adelantaba el profesor Pinilla
(1982) cuando opinaba: «es de capital importancia y responsabilidad de
la dirección de las industrias y de los supervisores a todo nivel, investigar
el estado de satisfacción o insatisfacción que prevalece en un centro de trabajo.
Para ello debe investigarse las actitudes de trabajadores y directivos. Del
éxito que se tenga en la obtención de un conocimiento objetivo del clima de
actitudes determinantes de la satisfacción o insatisfacción del personal,
dependerá que la eficiencia de la producción, objetivo vital de toda empresa
competitiva, obtenga el más decisivo, inmediato y directo estímulo».
«Dirigir
empresas es fundamentalmente capacitar y adiestrar personal, seleccionarlo y
organizarlo, supervisarlo y motivarlo. Nada de esto se logra sin un
conocimiento concreto del hombre y su conducta, del trabajador y del medio
ambiente social en que vive y en el que labora. Para conducir personal y
administrar empresas es menester conocer con profundidad los aspectos más
reveladores de la conducta humana, los motivos que la impulsan a actuar en un
sentido o en otro, las actitudes que predeterminan estos motivos, las
opiniones, las ideas e incluso prejuicios. Es importante obtener no solamente
que las condiciones en que se desarrolla el trabajo propicien la satisfacción
del personal, sino que el personal sienta, experimente o viva dicha
satisfacción».
A modo
de cierre os dejo una visión personal de cómo entiendo la motivación laboral y cómo ésta nos puede llevar hacia esa “mejor versión de uno mismo”, desde que iniciamos la actividad en una Organización hasta que la conseguimos. Todo pasa por 3 perspectivas cada una fundamentada sobre una creencia diferente:
La empresarial: La creencia de que lo que hago permite cubrir las expectativas
de la empresa en la que trabajo con respecto a mi tarea y mis resultados.
Al entrar en una empresa todos queremos ser aceptados positívamente por ella y
recibir esa retro-alimentación positiva de la empresa es un medidor constante
que nos mantiene “motivados”. Es la hora de la motivación basada en la política de incentivos.
La interiorizada: La creencia de que lo que hago permite cubrir las expectativas propias
y de valor interiorizado. Es la hora de la auto-motivación.
La de influencia positiva: La creencia de que lo que hago va a influir positívamente en
los demás (clientes, jefes, compañeros, equipo, colaboradores, familia, amistades, otros). En este sentido no se
puede entender el éxito si no es compartido. Hasta el más exitoso deportista a
nivel individual necesita compartir sus éxitos con su preparador, su marca, su
afición o con su familia y amigos. El éxito no es sólo cosa de uno. Es la hora de la motivación por valores.
El
nuevo profesional demanda una nueva motivación, en sus formas. Una motivación de ida y vuelta, una motivación que le permita sacar la mejor versión de sí mismo y una
motivación con la que transferir positividad a su entorno, incluso fuera de lo
laboral. Si esto se consigue no solo se obtiene fidelidad del cliente, sino
excelente valoración del jefe, atracción positiva de los compañeros, lealtad
del colaborador, unión y prosperidad familiar, sano círculo de amistades y
agradecimiento generalizado de “el otro”.
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