Si en uno de los post anteriores hablamos de la rutina del trabajo al placer de las vacaciones hoy hablaremos del placer de las vacaciones a la rutina del trabajo. El
síndrome postvacacional ya está aquí. Probablemente al abrir la maleta a la
vuelta de vacaciones nos demos cuenta de que pesa algo más de lo normal y no
precisamente por los souvenirs. Llega sin avisar alterando nuestro estado de
ánimo y nuestro cuerpo (dificultad para dormir, intranquilidad, desmotivación, estrés,
apatía, falta de concentración, cierta irritabilidad, dolores musculares,
cefaleas, mareos, cansancio y malestar general).
Más
que un trastorno es una situación transitoria puntual. Nuestro cuerpo y mente
después de un “paréntesis” en el tiempo donde cambiamos hábitos, horarios,
despertares, madrugadas y tareas, intenta adaptarse
a la vuelta al trabajo, a los estudios o al hogar. La aparición de esta “nueva
enfermedad” no depende del estrés sino simplemente de un esfuerzo mayor al que
nuestro cuerpo no está acostumbrado.
El
síndrome existe pero no está reconocido como enfermedad ni por la Organización
Mundial de la Salud ni por la Sociedad Española de Psiquiatría. La Sociedad
Española de Psiquiatría afirma que es un estado de ánimo
pasajero y no debe compararse con otros más graves como la depresión. No es
equiparable a ninguna enfermedad que derive del trabajo pero lo cierto es que afecta
a nuestro rendimiento laboral. Y es que la aparición de este síndrome se ha
empezado a notar en la última década desde que le hemos empezado a dedicar mayor
atención a la calidad de vida o al bienestar.
Normalmente
estos síntomas descritos desaparecen por sí solos cuando volvemos a retomar el
ritmo habitual de vida o trabajo (suele desaparecer a las 2 semanas).
Aquí
les dejo esta “aptíssima” lista
de recomendaciones para prevenirlo:
-
Primeramente tener una disposición positiva a disfrutar del tiempo de
vacaciones. Si partimos de la idea de que vamos a un destino poco atractivo o de
que “nuestro alrededor” no nos va a ayudar a disfrutarlas seguramente no lo
hagamos.
-
En la medida que podamos conviene dejar el tema
laboral “aparcado” o saber sobrellevarlo sin preocupaciones. Y eso pasa
por no dejar gran parte de trabajo aplazado para la vuelta o estar continuamente
preocupados por él.
-
Mantener un ritmo de actividad similar
al que teníamos, llenando los vacíos que ahora disponemos con actividades que siempre
hemos querido realizar, o no, pero que nunca teníamos tiempo para
desarrollarlas como por ejemplo: practicar deporte, viajar, leer, montar en bici, actividades
recreativas, escuchar en directo a nuestro cantante favorito, dedicar tiempo
para nuestros hijos, jugar con ellos, ir al cine, al teatro, bailar, ir de
pesca, hacer turismo o incluso disfrutar del bricolaje, de la pintura, de la
jardinería, al tiempo que renovamos nuestro hogar. O simplemente descansar alternándolo
con otras actividades diarias que nos mantengan activos (ir a la playa, jugar a
juegos de mesa, salir a pasear, leer, recuperar esas tertulias con nuestras amistades
ampliando nuestro círculo de relaciones, etc.).
-
Seguir un horario similar al
de antes. Despertarse temprano, respetar los horarios de desayuno, comida y
cena, no acostarse muy tarde o al menos no trasnochar todos los días.
-
Reservar los 2 últimos días de
vacaciones para descansar y asimilar este cambio de forma gradual antes
de iniciar la vuelta al trabajo.
-
Una vez incorporados a nuestra actividad laboral hacerlo de forma progresiva para poder ir asimilando el
cambio. No meternos una carga excesiva de trabajo nada más incorporarse. De ahí
lo de no dejarse trabajo atrasado para la vuelta.
- Importante para volver a la acción de forma motivada y estimulante es recordar esos buenos momentos vividos, esas experiencias para estimularnos y sumar positividad en nuestras acciones para hacerlo más llevadero y agradable (acuérdense de nuestro post anterior "de la rutina del trabajo al placer de las vacaciones" donde aconsejamos retener esos momentos agradables vividos para afrontar situaciones posteriores no tan estimulantes, con positividad y el ánimo arriba).
- Importante para volver a la acción de forma motivada y estimulante es recordar esos buenos momentos vividos, esas experiencias para estimularnos y sumar positividad en nuestras acciones para hacerlo más llevadero y agradable (acuérdense de nuestro post anterior "de la rutina del trabajo al placer de las vacaciones" donde aconsejamos retener esos momentos agradables vividos para afrontar situaciones posteriores no tan estimulantes, con positividad y el ánimo arriba).
-
Por último recordad que el hecho de volver de vacaciones supone que se han
tenido vacaciones, lo que conlleva tener
un trabajo y eso, hoy por hoy, es un gran estimulante para retomar la faena y volver manos a la
obra con más alegría que tristeza. Además te puede ayudar pensar cuál será tu próximo destino para tus próximas vacaciones.
Apostemos
pues por el entusiasmo en todo lo que hagamos, la cuestión está en realizar
actividades, nos gusten más o menos y principalmente poner entusiasmo. Empezar
una actividad que no nos gusta puede tener un final muy agradable y descubrir
nuevas formas y nuevas sensaciones que potencian nuestro crecimiento personal.
En
parte lo que puede faltarle al trabajador que hoy se encuentra cara a cara con dicho
síndrome postvacacional sea llenar sus espacios una vez vuelve a su “rutina
laboral” con actividades extra-laborales que le reporten entusiasmo. Y si al
menos durante el trabajo no las puede realizar sí que puede recordarlas y
revivirlas en su mente (recordemos que el cerebro no distingue entre real o imaginado).
Si con todo esto, pasadas 3 o 4 semanas, tras la incorporación al trabajo después de unas vacaciones, te sigues sintiendo abatido y sin ganas, lo conveniente es ponerse en contacto con un especialista (psicólogo o psicoterapeuta) quien te ayudará a sobrellevar la situación, pues puede que derive a otros estados más graves como la depresión, la ansiedad o el burnout, que actualmente sí están reconocidos como “enfermedades laborales” y precisan de un tratamiento específico.
Si con todo esto, pasadas 3 o 4 semanas, tras la incorporación al trabajo después de unas vacaciones, te sigues sintiendo abatido y sin ganas, lo conveniente es ponerse en contacto con un especialista (psicólogo o psicoterapeuta) quien te ayudará a sobrellevar la situación, pues puede que derive a otros estados más graves como la depresión, la ansiedad o el burnout, que actualmente sí están reconocidos como “enfermedades laborales” y precisan de un tratamiento específico.
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